miércoles, 3 de marzo de 2010

Encre (Tinta)


ENCRE
BY Carla Sierra Arzuffi


Un día más. El despertador no me deja regresar a mis sueños. Su molesto y continuo sonido me irrita. Mi cuerpo se siente pesado, incontrolable, me duele. Abro los ojos con dificultad y observo los estantes de mi cuarto .Están repletos de libros, de aventuras, de historias. Cada mañana que los observo me levanta el ánimo.
¿Acaso tome mucho alcohol anoche?. ¿Por qué mi cuerpo me duele tanto?.
Mi cabeza se siente como una roca. Mis ojos pierden visibilidad. Ya no puedo ver tan claramente, los libros se disuelven. ¿Me estoy quedando dormida otra vez?
Ya no veo. ¿Estoy soñando?.
Empiezo a recordar.

El día en el trabajo había terminado finalmente. Estaba muy cansada. Pero aún así decidí ir a visitar a mis amigos. Tome un taxi.
El taxista era de esos que les gusta platicarles su vida a los que se suban a su coche.
-Uy, es que mi esposa es tremenda. No le gusta que tome el turno de la noche. Le gusta que me quede en la casa para cuando se va a dormir, esta re loca. Piensa que le puedo poner el cuerno.
- Pues debería de hablar con ella señor- le conteste un poco irritada.
- He tratado señorita, pero no me escucha, no le es suficiente que este todo el día este en la casa, dice que las mujeres se ponen “locas” en las noches, que es cuando quieren echarle el perro a uno.- el taxista me explica haciendo ademanes con las manos.
-¿Y usted cree eso?- le pregunto cansada de la conversación.
- Pues no. Pero todo es culpa de esos programas que ve, donde cuentan como los esposos engañan a sus viejas. Le altera las hormonas. Aunque fíjese que si me a tocado mujeres que me quieren ligar en el taxi.-
Mientras dice esto me ve por el retrovisor con una mirada que no puedo entender. ¿Pensara que voy a hacer eso, o querrá que lo haga?.
Como no digo nada, el continua hablando

Pero yo quiero un chingo a mi esposa, nunca le haría eso, siempre les digo que no a esas mujeres, aparte como sabe uno que no lo están engañando y le van a cobrar. Luego se encuentra uno con muchas prostitutas en el turno de la noche. –
Por fin veo que nos estamos acercando a la casa de mis abuelos. Recibo con gratitud esto, el taxista me estaba poniendo muy nerviosa e incomoda.
-Aquí me bajo señor-
Saco de mi cartera 100 pesos y se los doy.
-Quédese con el cambio, muchas gracias-
- A usted señorita- me contesta y desaparece con la noche.

Hace 3 meses que murió mi abuelo. Llevaba un año muy mal después de la muerte de mi abuela. La casa y todo lo que tiene me lo dejaron a mi. Todavía no se que hacer con ella. Se que podría venderla, pero me duele separarme de el lugar donde crecí. Aparte no tengo la menor idea de lo que haría con todas las cosas que dejaron atrás. Sobretodo con los libros.
Cuando entro a la casa el olor de ausencia me paraliza. Los extraño mucho.
Mi madre murió cuando era apenas yo una niña, nunca conocí a mi padre, y fueron mis abuelos los que me educaron y cuidaron. Ahora que soy un adulto puedo entender lo difícil que ha de haber sido para ellos todo esto. Aunque nunca fui una niña o adolescente difícil de manejar. Nunca tuve muchos amigos, casi siempre estaba sola. Mi única compañía eran los libros.
Continuo caminado por la casa prendiendo las luces. Este lugar puede ser un poco críptico sin luz.
Cuando entro a la biblioteca, la familiaridad de años me envuelve. Suspiro fuertemente.--Por fin estoy en casa, ya llegue amigos-
Mis amigos, los libros, los libros de mi abuelo, los libros de mi madre, mis libros.
Cientos de libros me reciben con una familiaridad incomparable. Mi colección de mi departamento no se compara con esto.
Alejandro Dumas, Adolfo Bequer, Virgina Woolf, Jane Austen, Jack London, Oscar Wilde, Shakespeare, Platón, Homero, Anne Rice, Stephen King, Charles Dickens,Charlotte Bronte, Edgar Allan Poe, Emily Bronte, Ernest Hemingway, Dostoyevski y muchos muchos amigos más.
Camino hacia los estantes.
¿Qué leeré hoy?.
Kafka. Tomo el libro entre mis manos.

De repente un intenso dolor en el brazo derecho llena mi cuerpo, el libro cae en el piso.
Al mirar mi brazo comienzo a notar algo extraño. El dolor no me deja ver claramente. Palabras aparecen lentamente, como si tuvieran vida propia en mi brazo, el dolor es insoportable. Mis piernas no aguantan mi peso. ¿Qué esta pasando?. Palabras por todos lados, algo esta escribiéndose en mi cuerpo. No entiendo lo que pasa.
-Ayuda- trato de gritar, pero nada sale se mi boca.
Comienza a temblar. Los libros se agitan en los estantes. Todo se mueve. Las paredes crujen pavorosamente. Voces empiezan a llenar el cuarto. No entiendo lo que dicen. Los libros caen haciendo ruidos titánicos.

En un momento todo para. El dolor, los sonidos, el movimiento.
Inmediatamente miro mi brazo, las palabras desaparecieron.
¿Qué fue todo eso?. ¿Acaso me estoy volviendo loca?.
Con mucho esfuerzo me logro levantar de el piso. Los libros están tirados por todos lados. Al menos el temblor no lo imagine.
Talvez el miedo de el temblor me hizo alucinar todo.
Pienso en llamar a alguien. Pero no se a quien llamaría. Normalmente en estas situaciones uno llama a sus familiares o amigos para ver si se encuentran bien, pero yo no tengo a quien llamar. No tengo a nadie.
Camino hacia la ventana y observo la calle. Se ve tranquila, no hay nadie en ella, como si esto no hubiera pasado.
Después de unos minutos me logro tranquilizar y decido prepararme un té.
En la cocina busco las tazas favoritas de mi abuela y pongo a hervir el agua.
Manzanilla me haría bien. Observo la cocina con detenimiento, todo parece estar en su lugar, como si terremoto no hubiera entrado a la cocina. Mientras el té hierve reviso el resto de la casa. Todo parece normal. Nada roto, nada en el piso. Nada.

Cuando regreso a la cocina me sirvo el té caliente y decido que es tiempo de recoger los libros.
La biblioteca de mis abuelos sigue en un estado de caos total.
Con cuidado comienzo a recoger los libros. Mi piel me arde un poco y siento comezón. Decido que el té no me esta ayudando y me dirijo a el pequeño armario donde mi abuelo guardaba su alcohol. Me sirvo un vaso de brandy. El olor me recuerda a los domingos con mi abuelo en este mismo cuarto.
La soledad me pega directamente en la cara. Estoy sola. No tengo a nadie.
Siento las lágrimas acumulándose en mis ojos. Las siento mientras caen por mis mejillas calentándolas.
Me limpio las lágrimas con la manga de mi playera. La manga esta manchada de negro, ¿Cómo es que me manche?. Toco la sustancia y siento que todavía esta húmeda. Son mis lágrimas. Corro a el espejo más cercano y veo lo que esta pasando.
Mis lágrimas son negras. Mi cara esta manchada por ellas. Estoy llorando algo negro, estoy llorando tinta. ¿Tinta?.
No puedo respirar.
¿Que esta pasando?. Estoy soñando. Seguramente estoy soñando.
Las voces regresan. Las escucho claramente esta vez, pero es solo una voz repitiendo lo mismo una y otra vez. “Seguramente estoy soñando”.
¿Quién dice eso?.
-¿Quien esta ahí?- grito desesperadamente. Nadie contesta.
El timbre suena. Hay alguien afuera de la casa. Las voces desaparecen, me seco rápidamente la cara dejándola todavía más manchada.
El timbre vuelve a sonar.
-Ya voy- grito.
Me dirijo a la puerta y la abro.
Es el señor de el correo.
-Un paquete señorita- dice mientras saca una hoja donde tengo que firmar.
-Es muy tarde para entregar paquetes- le digo confundida.
- Firme aquí- dice extendiendo la hoja y una pluma.
Firmo y me entrega una caja.

Cierro la puerta exasperada y regreso a la biblioteca. Tomo una pluma y rompo la caja para abrirla. Solo hay un artículo.
Un libro.
¿Acaso ordene un libro?. Talvez mi abuelo, recapacito.
Reviso los contornos. No tiene título. Abro el libro y esta en blanco. Parece viejo y aún así no tiene nada escrito.
Siento como si alguien me esta jugando una broma pesada, pero no puedo entender quien.
Soy invisible en mi trabajo, nadie se tomaría su tiempo para jugarle bromas a alguien que no conocen, que si desaparece no lo notarían.
-¡Maldita sea!- grito lo más fuerte que puedo.
Al decir eso escucho la voz otra vez. Repitiendo lo que digo, lo que pienso.
-¡Basta!- vuelvo a gritar. Me tiro al suelo y sin poder controlarlo comienzo a llorar de nuevo. La tinta sale de mis ojos sin poder controlarla.
El dolor insoportable regresa. Esta en todo mi cuerpo. Comienzo a gritar de el dolor, pero apenas y puedo moverme. Me siento pesada.
Las voces hablan más fuerte. Escucho mis palabras y pensamientos repetirse una y otra vez. Incluso puedo escuchar mi conversación con el taxista y con el señor de el correo.
Cansada y aturdida cierro los ojos y desaparezco de la realidad hacia mis sueños.


Estoy en mi departamento. No tengo la menor idea de cómo llegue aquí. No puedo abrir los ojos. Y por fin recordé todo. Por fin lo entiendo todo.
Sé quien soy. Sé en lo que me convertí. Sé que no es un sueño.

El tiempo pasa, no se cuanto tiempo llevo aquí esperando. Días, meses, años, siglos. No tengo la menor idea. No tengo duda de lo que soy. Y ahora estoy conciente de lo que paso esa noche. Sé que soy. Entiendo por que este fue y es mi castigo.

No encuentro una explicación lógica de cómo esto me pudo haber pasado. Conozco las razones, pero no el como.
Pero algo te puedo asegurar. Se que me estas leyendo, se que eres la primera persona en escuchar mi historia, en leer mi historia, en leerme. Y esta es mi última ratificación para saberlo. Saber que soy un libro. Y ahora siempre los seré.

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1 comentario:

Lalo López dijo...

Bien. Muy bien.
Me gusta demasiado cómo escribes. Deberías de subir más cuentitos así. Hacen falta blogs así, por que como que mucha gente los utiliza para subir fotos de su familia y demás. Para eso existe el Facebook.
Pero me gustó bastante. Y es que sí ¿Qué pasaría si fueramos un libro? Interesante pregunta. Igual y tal vez no tengamos conciencia de que lo somos, pero si sí, ¿que pasaría?

Muy bien Carlita, sigue escribiendo más :) Un saludo!