sábado, 3 de julio de 2010

LA PEQUEÑA PRINCESITA 10

La pequeña princesita

PARTE DIEZ

Las flores continuaban susurrando, pero ya no me detuve. Seguí al ave hasta que nos encontramos frente a las escaleras del castillo. Este brillaba con intensidad, pequeños diamante por todos lados. El ave se detuvo y me miró. Quería que entrara.
Subí lentamente, las puertas se abrieron antes de que siquiera pudiera tocarlas.

Lo primero que vi fue un gran trono y en el se encontraba la mujer más bella que jamás hubiera visto. Su cabello era rubio y le llegaba hasta las caderas, su cara era pálida con grandes ojos azules que se complementaban con su fina nariz y delicados labios. Sus ropajes eran impresionantes, llenos de joyas y telas que nunca antes había visto.

El ave paso a un lado mío y fue a pararse a un lado de el trono.
La mujer me miró con curiosidad y por fin hablo, su voz era dulce.

-“Tú, pequeña dime, ¿Que opinas de mi cabello el día de hoy? Creo que se ve todavía mejor que ayer, pero no lo puedo saber con seguridad.”
El cabello de la mujer era perfecto, pero no sabía que contestar, no entendía por que me haría esa pregunta a mi, no sabía como era su cabello el día de ayer, esta era la primera vez que la veía.

-“ Uhm”- fue el único sonido que mis labios pudieron emitir.
- “ No importa” contesto la mujer. Evidentemente enojada que no había contestado lo que ella quería escuchar.

-“ Estoy segura de que me veo más hermosa el día de hoy, no necesito que me lo digas”
La mujer de levanto de su trono y camino, volteo a verme una sola vez.
“Ven niña” me dijo.

Caminé detrás de ella, su vestido se movía de una forma peculiar y no podía dejar de mirarlo. Sentía la presencia de el ave caminando detrás de nosotras. Cuando por fin nos detuvimos levante la mirada y vi que nos encontrábamos frente a un gran espejo. En este podía ver con claridad el reflejo de la bella mujer, esta se miraba con intensidad sonriendo y tocando su cabello.
-“Definitivamente mejor que ayer” se contesto a ella misma.

Minutos pasaron y la mujer continuaba viéndose en el espejo hablando solo para ella misma. No sabía que hacer, no quería interrumpir, pero así también me era difícil dejar de mirar la belleza que se reflejaba en el espejo. Suspiré fuertemente.
La mujer rápidamente volteo al oír mi suspiro.

-“ Ya sé” dijo sonriendo “No hay belleza que me supere, ¿Quieres mirar?” me pregunto todavía sonriendo, pero pude notar en su mirada algo distinto, como si me estuviera retando.
-“ Esta bien” contesté. La mujer se movió a una lado y tome unos pasos hasta estar frente al espejo.

No podía creer lo que tenía frente a mi. Nunca me había visto con claridad. Recuerdo vagamente observar mi reflejo en el agua, pero no se comparaba con lo que tenía frente a mi. Lo primero que noté es que había crecido. Parecía imposible pero la imagen ya no era el reflejo de una pequeña de seis años. Es como si desde el momento en que salí de mi mundo hubieran pasado 5 años.
Mi cuerpo y cara reflejaban a una niña de al menos 11 años. Y además, la niña parada frente a mi era hermosa. No comparable con la extraordinaria mujer de este palacio, pero aún así, hermosa. Mi cabello castaño se acomodaba perfectamente en mis hombros, mis ojos cafés estaban acompañados de grandes pestañas. Mis labios y nariz eran pequeños y peculiares, mis cachetes, antes un poco regordetes y chapeados ahora se acomodaban con perfección a mi cara, mostrando mi crecimiento. Era más alta y delgada. Mi belleza todavía era la de una niña, pero ya no de una pequeñuela.

No se cuanto tiempo permanecí mirándome intrigada. No me podía mover, no quería moverme. Aquí quiero permanecer el resto de mi vida. Observándome. Apreciando mi hermosura. Tocando mi suave cabello y cara. La extraña mujer y su ave permanecían sin moverse a mi lado.

El tiempo continuaba transcurriendo, ya no lo sentía tan claramente. No recordaba que hacía aquí, donde estaba, quien era esa persona frente a mi. Recordar. RECORDAR.

Algo había olvidado, algo había perdido. Pero no recordaba que. ¿Qué hago aquí? ¿Quién soy?. Algo me forzaba a recordar, algo me molestaba, ¿que era eso que había perdido?.
Con esfuerzo logré cerrar mis ojos. Tenía que recordar algo, no lo podía hacer si continuaba mirando a esa persona frente a mi.
De pronto todo regreso a mi, supe inmediatamente que hacía aquí, que buscaba. Mi nombre, mi identidad. Recordé todo, a Alexander a Zoila. Sus palabras resonaban en mi cabeza.

“Debes saber que los pecados capitales son algo a lo que le debes temer”
“Debo advertirte que el camino y el destino serán peligrosos”
“Los pecados se irán presentando en el orden que te di al mencionarlos”
“soberbia, gula, pereza, lujuria, ira, envidia y avaricia”

SOBERBIA. Por fin entendía, la soberbia me quería tomar, esta mujer quería detenerme, distraerme con ideas de belleza y vanidad. Tenía que continuar mi camino, tenía que escapar.

Todavía con los ojos cerrados me dí la media vuelta para ya no mirar al espejo. Al abrir mis ojos la mujer seguía ahí, pero había cambiado. Ya no era hermosa. La cara de la mujer estaba distorsionada.
Sus ojos eran rojos y su piel arrugada, su antes perfecta sonrisa fue sustituida por dientes picudos y podridos. Ya no brillaba. Ya no tenía esa hermosa cabellera. Y el ave ya no era un ave, era un león gigante, furioso.
El miedo me lleno por completo.

La mujer abrió su boca y un horrible grito escapo de ella. Tuve que tapar mis oídos, el león rugía fuertemente.
Con dificultad logré que mis pies me obedecieran, tenía que correr. Tenía que escapar de estás terribles criaturas.
Mi cuerpo se movió con velocidad, me dirigí hacía la puerta , escuchaba detrás de mi el grito de la mujer y el rugido del feroz león.

Salí del castillo, la flores hermosas ya no se encontraban, en su lugar había plantas secas y enredaderas con espinas.
Corrí todavía más rápido. Las plantas hablaban, pero ya no decían cosas buenas.
“Nunca escaparas”
“Tu misión es imposible”
“Nunca sabrás tu nombre”
“No mereces encontrar lo que buscas”


Decían cosas terribles, pero no podía dejar que me ganaran, tenía que escapar. Logré vislumbrar un nuevo camino. Este salía de el planeta de la soberbia y se dirigía hacía un nuevo planeta.
Corrí hacía el sin mirar atrás.
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